miércoles, 2 de noviembre de 2011

Soberana y Autónoma

¿Por qué nos preocupamos por un TLC? No es más que otra muestra de la caridad  que los Estados Unidos ha venido brindándonos desde que nos hicieron el favor de recibir  Panamá. Súmenle a esto que los tratados internacionales no se cumplen en Colombia. Si no se cumplen las leyes locales, ¿qué hará que se cumplan las internacionales?

Tomemos por ejemplo la Constitución del 91, nuestra amada Carta Política que este año cumplió veinte años y que sigue teniendo el concepto de responsabilidad de un bebé;  o mejor dicho, de nosotros, sus ciudadanos.  Nuestra Constitución es como los políticos, bastante programática y como los economistas, piensa en tendencias, lo cual hace que  prometa y  prediga mucho. Pero siempre veremos a los economistas explicando por qué no pasó todo lo contrario; y a los políticos volviendo a hacer campaña.

Y, por otro lado, tiene a la Corte Constitucional, que es  una madre de su tiempo: de las que gritarán órdenes durante toda su vida, pero a la que sus hijos nunca le harán caso.

Lo que les digo no es mentira: todos esos convenios que se firman, como la declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, nunca se cumplen y si lo hacen, jamás es a cabalidad.  Con todo y que la O.N.U. tiene los llamados “cascos azules”, a los que los hubieran podido traer a este país hace rato; pero no, le dejaron el problema a los gringos, que se han dado cuenta lo “gonorrea” que es meterse con criminales colombianos. Tanto, que les hemos llenado el país de cocaína; y qué decir de sus narices, que ya casi cambian el oxígeno por nuestro preciado oro blanco.

Ahora bien, no podemos dejar de lado que el TLC solo es un contrato a gran escala: un acuerdo entre dos Estados que debe cumplirse de buena fe. Sin embargo, lo que no habían pensado los que redactaron la convención de Viena en 1986, es que los Estados, para que funcionen, tienen que tener personas haciéndolos ejecutar, legislar, judicializar etc. Y las personas que los hacen funcionar, son los políticos. Y estos, por más conservadores que sean, nunca actuarán de buena fe.

Decía Antonio Caballero, en su columna de hace algunas Semanas, que los norteamericanos nos estaban empalando. Yo creo que estaba equivocado: nosotros, los colombianos, nos podemos empalar de manera soberana y autónoma.

Así , con soberanía y autonomía, rogaron Santos y Uribe  para que el congreso norteamericano lo aprobara, dándonos solo otra herramienta para seguir empalándonos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Cuento: Pensé en ti

-Algo me hizo pensar en ti hoy...- Le dijo Aurelio pensativo, mirando al suelo, como si allí estuviesen las palabras que iban a dar punto final a la frase, disponiéndose a cerrar la puerta del apartamento.

Era extraño para Rosario, que terminaba de preparar la mudanza, que su futuro ex-esposo dijera eso. así que se quedó perpleja, escrutando lo que Aurelio podría estar buscando en el parqué.
Él cerró la puerta con los ojos pegados a las líneas que se formaban entre los trocitos de madera. Se quitó los anteojos y le dio una mirada dubitativa a Rosario. Que ella respondió con una de estreñimiento y diciendo:

 -¿Qué? ¿De qué carajos hablas?-

-De que te estuve pensando, pero no recuerdo exactamente por qué.-


- ¡Porque nos estamos divorciando después de 10 minutos de matrimonio! ¿Será eso?-


-No, eso no era.- dijo Aurelio botando el aire del cigarrillo que acababa de encender.- Pero, es que en verdad es que estuviste un buen rato en mi mente... y la memoria me falla-


-Tranquilo, Aurelio. Deja de preocuparte por estas pendejadas de las que sacas todos tus cuentos.- Dijo Rosario, volviendo a enrollar con cinta las cajas de cartón que ni siquiera había logrado desempacar.


En verdad Aurelio es un escritor fantástico. Para ese momento, ya le habían publicado dos cuentos y parece ser una gran promesa literaria a sus 41 años. Aunque, según Rosario, eso era lo que él le prometía a sus amigos.


Continuando con sus labores, Rosario comenzó a torcer la cabeza, lo que logró distraer a Aurelio, que sabía que iba a decir algo desagradable y se dirigió a la cocina.


-Todo lo que escribes es pura mierda. Lo que te publicaron, lo publicaron en una revista de mierda.-


-¡La mierda!- gritó Aurelio levantando la cabeza y sonriendo, pero luego murmuró con ojos de extrañeza:- La mierda, la mierda... ¿cuál mierda era?


-¿Qué mierda dices?- Preguntó Rosario, ya en un tono bastante alterado y una cara... pues una cara bastante roja, a decir verdad.


Cargando un frasco de tomates secos destapado, Aurelio salió de la cocina y le reviró a su futura ex-esposa:-Que ya sé que fue la mierda la que me hizo pensar en ti.- con lo que también soltó una sonrisa.


Rosario, desconcertada por la cara de su detestado esposo, se quedó pasmada mirándolo.


-Pero lo que no me acuerdo, es qué mierda fue la que me hizo pensar en ti. ¿Si me entiendes?-


-No, no mucho. Y la verdad, creo que por eso es que nos estamos separando ¿no?-


-Sí, pero ahora yo te entiendo a ti.-


Se alcanzó a sembrar una ilusión en los ojos de Rosario, que ya miraba los papeles del divorcio para romperlos y decirle a Aurelio que en verdad loa amaba y que no quería dejarlo. O que no quería dejar de intentar de entenderlo. Pero se quedó escuchándolo.


-No puedo recordarlo. ¡En serio!-


-¿Pero qué puede ser? ¿Un dibujo bonito en las paredes?¿La luz de la luna?¿Alguna estrella en especial?¿Una mujer bonita que se parecía a mi?- Inquirió Rosario, a la que ya la ilusión la consumía.


- No ¡Cómo putas se te ocurre eso!- Dijo Aurelio con un bufido como intermedio para continuar:- ¿Has visto que las paredes de Bogotá tengan algún graffiti que valga la pena? Si a los muchachos los policías los matan por eso: por falta de sentido estético. Además, el cielo está nublado, las estrellas escondidas y tú... pues tienes razón. A lo único que puedes aspirar es a un parecido con algo bonito.


-¿¡¡¡¡Entonces qué mierdas te hizo pensar en mí!!!!?- Gritó Rosario, ya carcomida por la decepción.-


- La verdad, ese es el problema: Lo que me hizo pensar en ti fue un pedazo de mierda.-


-¿Ah?- De nuevo apretó la cara, sumando a su desdicha, el desconcierto.


-Lo que no sé es cuál de los que vi fue.-
Aún más desconcertada, con sus facciones faciales escondiéndose dentro de los agujeros que se armaban en su piel, Rosario se arriesgó a preguntar:-¿Cómo así? ¿Cuál de las dos mierdas?


-Sí. Vi un pedazo de mierda de caballo y otro de perro, pero no sé cuál fue el que me hizo pensar en ti.-


Rosario salió de la casa corriendo, enfurecida con Aurelio. Yo me quedé en el sofá, abrumado por cómo a ella se le hubiese podido desparecer la cara si hubiera seguido preguntando. Todavía recuerdo que sus ojos casi ni se veían. Creo que, desde ese día, dejé de decirles mamá y papá y comencé a llamarlos por sus nombres.