martes, 13 de septiembre de 2011

Cuestión de fe

El impacto, el incendio, las cámaras grabando, la gente que grita, el suelo que tiembla y las piernas que se estremecen. La caída de un hombre desde más de noventa pisos de alto, con la que un profesor de física, sabiendo aprovechar la ocasión, hubiera podido dejar en claro por qué un cuerpo cae al mismo tiempo que otro independientemente de su masa. El huracán de horror había logrado tocar a los norteamericanos, y con el segundo avión que impactaba la primera de las dos Torres Gemelas, estas comenzaban a parecer primas, más que gemelas.

Así es que muestran en la prensa escrita, en History Channel y otros medios, lo sucedido hace 10 años en pleno centro de Manhattan. Un lugar que solo hubiera podido vulnerar un habitante de los Estados Unidos. Pero no, la oleada bárbara llegaba para mostrar que la gran potencia mundial podía ser vulnerada, que en el nombre de otra manifestación de dios, se podía establecer el terror. Una manifestación que no entiendo, pero eso debe ser porque no sé árabe. Aunque debo aceptar que al cristianismo y sus diversas formas, tampoco las he logrado entender.

Nunca he logrado rendirle culto a una cruz en la que un flaco sangra haciendo cara de tragedia, y peor, que a eso se le llame pasión. Pienso, al ver a Jesús magullado, que con razón la gente sale corriendo a estudiar administración o alguna  ingeniería a penas un consejero profesional les advierte que "sigan su pasión." Yo también estaría horrorizado si por seguir lo que me hace sentir apasionado, terminara crucificado con una lanza en mi pecho y  que a algún genio del humor negro se le ocurriera coronarme rey con una corona de espinas.

El miedo motiva a hacer cosas. Hay quien lo utiliza para tener sexo, pero mi estimado violador, eso es un delito que se paga con cárcel, pena con la cual el Estado usa el miedo para que nadie se dé placer con otra persona. Hay quien lo usa para convertir a su hijo en ingeniero industrial, ofreciéndole seguir su pasión con un crucifijo en la mano, pero quienes más saben usarlo, son los políticos.

Ellos nos muestran una realidad de mierda, de la que no hay salida, y se muestran como los redentores, como los plomeros que destaparán esta cañería. Invocan al dios horror para que llene nuestras mentes, aunque a algunos ya no tengan cupo por verse las  temporadas de "Padres e Hijos".

Logran mostrar el miedo de tal manera, que le dieron carácter de movimiento filosófico: le pusieron terrorismo a esa nada, a eso que es tan etéreo como la mano negra que le hace exámenes de próstata a la izquierda. Así como crearon esa filosofía para identificar a cualquier persona de piel morena, barbado, con sombreros para el desierto y dientes sucios, Bush hijo fue capaz de inventarse que es tejano y que había bombas biológicas en Irak.

El vaquero profeta, aprovechándose de la inseguridad que sufrieron sus gobernados, logró dividir el mundo en cuestiones de fe declarando una cruzada contra el terrorismo y, como si fuese un vendedor de vitamina c, le pareció que hacer la guerra era una cuestión de: "mejor prevenir que curar", e invadió Irak soslayando a la O.N.U.; obstáculo que saltó como sus caballos lo hacen con los que le ponen en el rancho Bush, en Texas.

Creo que es hora de dejar las fes que tenemos; la de ir al estadio a ver a Santa Fe; creo que debo dejar de ser un buen cristiano; creo que no se es invulnerable por ser potencia mundial; creo que  no hay que celebrar el culto al miedo recordando el 9/11; creo que la fe divide mejor que las calculadoras Casio y creo que el miedo nos ha llevado a creer.  Pero solo lo creo, y eso sí que es una cuestión de fe.

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