jueves, 17 de noviembre de 2011

La Decepción


En las emisoras y canales de televisión , todos hemos tenido alguna vez  el PLA-CER de ver a unos personajes que curan con velas, inciensos, cartas del Tarot, hasta con la  lectura de la palma de una mano a cada pobre, enfermo y/o despechado. Este país no disfruta nada como ver presentando a Jota Mario y que la cámara luego pase a “Jazmín”, o al Mauricio Puerta que esté de turno.

Aconsejan calma, “pues hoy, en tu vida, aparecerá alguien muy especial”. Y usted a penas se le cruza la primera mujer con un par de caderas decentes para salir del verano, ya está babeando como un San Bernardo. Pero después de un día en el que usted se ha deshidratado por los ojos,  llega a su casa, abre su correo personal y tiene un correo de un primo tercero, que vive en ___________(rellene el espacio) en el que le avisa que vendrá a visitarlo. Otra vez, las estrellas se alinearon, pero usted sigue en la misma estación: en verano.

Así, después de un simple día de estudio o de trabajo, usted maldice por enésima vez la falta de inteligencia y de pelo de Jota Mario, quien da pie a que un tipo lo haya convencido de que su futuro está  escrito.
Astrólogos, palmólogos, velólogos, cartólogos, inciensólogos, brujos y síquicos llenan esos vacíos de los que se colma el alma humana. Pero no son los únicos que se adueñan de nuestro futuro.

El futuro es lo que más exploran, de lo que más hablan economistas y financieros. Se ponen metas como “el objetivo de este año es llegar a crecer… hasta un 7%”.Así, hablando, usan la palabra tendencia para decir lo que puede pasar  con respecto a unos factores que mueven como si jugaran parqués: borrachos y apostando. Iguales fueron las versiones simplistas de Marx que predijeron el comunismo; pero no a Stalin y a sus gulags. Y ni hablar de Adam Smith y su mano invisible, que como buena mano de obra, jamás llegó a trabajar.

Con el futuro juegan a las cartas, a la ruleta; si es rusa mejor: porque así logran sacar más factores de la ecuación.  Es decir, cuando no logran predecir que tres buques de comida no podrían llegar a Somalia, morirán millones de personas de hambre. Y, como buenos analistas,  lo dicen como si de electrocutar estudiantes se tratara.  Después, frente a una cámara, se explican, aduciendo que lo que predijeron no pasó porque no contemplaron que Grecia estaba en la ruina.

Peor es cuando se meten con el presente y deciden qué pilas debe ponerse cada país para llegar a darse un mejor futuro. Por ejemplo, a  Estados Unidos ya no lo dejan ponerse pilas triple A. Y como no tiene capacidad de usar mejores baterías, crecerá la deuda de la Roma del siglo XX.

Pero, si en algo hay que considerar a los economistas, darles el pésame, es en que salen en los noticieros. Una aparición en un espacio como estos, donde se le hace honor a la política, donde se muestran imágenes de muerte y destrucción de edificios sin consciencia alguna, puede ser lo más denigrante que le pase un ser humano; a menos que sea político. De ahí se debe salir más desprestigiado que cualquier astrólogo que imponga tendencias en “Muy Buenos Días”. Aunque en ese programa también aparezcan imágenes devastadoras: como la explosión de una teta.

Por eso, en nuestra opinión, siempre será mejor la decepción personal, la que proviene de un astrólogo  que nos saca de la pobreza, de la enfermedad y del verano a diario, que la de ver cómo se explica la muerte de millones de niños, hecho que le deja menos factores para analizar a los economistas.

Lo  cierto es que, ambos, astrólogos y financieros, son lo mismo. Bueno, no exactamente: los primeros no tienen que salir justificándose en el noticiero.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cuento: Sin palabras


“Me encanta cuando hace esos gesticos con las manos. Como si hablara.” Así me decía mamá cuando yo era apenas un niño, muchísimo antes de convertirme en un profesional.  De vez en cuando, repite aquella frase cuando  vemos el retroproyector y yo la escucho con alegría.

Escuchar es una de las cosas que mejor sé hacer. Tal vez por eso pude conseguir un par de novias  en el colegio. Una de ellas,  Teresa, no paraba de hablar mientras yo la miraba con los ojos bien abiertos, como si un tiburón se quedase oyendo a un congrio antes de devorárselo desaforadamente. Yo nunca llegué a devorarme a Teresa.  Tal vez fue porque nunca encontré las palabras para pedirle que me acompañara, que estuviéramos solos o si era tan amble de realizarme una felación frenética.  Hubiera podido reemplazar cualquier palabra menos el adjetivo, porque sus dientes estaban cubiertos por una línea ferroviaria, conocida comúnmente como  “frenos”. Y así y todo, me seguía pareciendo linda ella. Luego me dejó por un poeta frustrado y contra eso yo no puedo competir.

Y en las competencias sí que no me iba bien.  Jugando a en la cancha de la escuela, jamás pude hacer un gol y mucho menos gritarlo. Tal vez por timidez o por la sobreprotección de mi padre, que cada vez que yo me acercaba al arco, entraba a la cancha y pateaba el balón por mí. Hasta el maestro de gimnasia me la tenía roja en el colegio. Ahora, cuando veo fútbol, me hace una falta el viejo…

Cuando él murió yo me convertí en el hombre de la casa. Siendo mamá y yo nada más, yo era lo más parecido y debía tomar acciones sobre el tema. Como vivíamos en el campo, tuve que trabajar como labriego. Pero como no era un tipo robusto ni mucho menos, se me complicaban las cosas del arado y la carga de las cajas en las que depositábamos las hortalizas recolectadas, por lo que mis gestos hacían que los colegas se comprometieran con las burlas hacia mí.

Un día, cuando ya llevaba un tiempo sin aprender  a surcar el terreno, apareció don Segismundo, el patrón. Él era uno de esos tipos que había heredado la tierra, que tenía otros negocios en la ciudad y  únicamente venía cada quincena para revisar cómo iban las cosas, recoger unos dineros, entregar otros,  para luego esfumarse a su nido grisáceo y lleno de movimiento y smog, en el que, según mi madre, estaban mis verdaderas oportunidades.

Mientras yo araba la tierra, calcinándome bajo los rayos ultravioleta e híper-ultra-mega calientes, don Segismundo, un hombre de urbanidad,  con su  camisa a cuadros,  una pancita prominente, una barba mal afeitada,  unas botas deportivas y un sombrero que podría haber sido un cesto para meter la bola de chocolate más grande de mundo y esconderla del sol,  me preguntó: -¿Qué carajos hace, joven?-

Yo me quedé pasmado, haciendo gestos alborotados, intentando expresar  mi dificultad para aprender el oficio agrícola. Pero lo único que salía de mi cuerpo eran bailes y pasitos esporádicos para mostrar mi desespero. Pero allí, entre remolachas y lechugas crespas, lo único que logré fue conseguir fue una gran carcajada de mis compañeros, a los que don Segismundo calló con un grito tajante. Luego, se me acercó lentamente y me preguntó:- ¿Hace cuánto que hace eso, muchacho?-

Yo seguía abrumado por su presencia y por la burla de mis colegas. Pero don Segismundo me dijo que él se reservaba el derecho de tener contactos en el mundo del espectáculo y otras entretenciones;  una de ellas, donde yo  al fin pude perder mi virginidad para jamás volverla a encontrar. Así me invitó a acompañarlo a la ciudad.

Don  Segismundo me llevó un día a una gran carpa y allí me presentó a un señor sin peloen la parte superior de la cabeza, que brillaba como los campos de trigo y una cara que, compuesta por unos ojos negros y penetrantes, bordeados por alguna clase de pintura, y un bigote tan poblado como el Lejano Oriente, y unas mejillas que rebozaban como una especie de manteca…  En pocas palabras; Una calva y una cara que reposaban sobre un cuello escondido por la papada, que a su vez se  dejaba caer directamente a los hombros.

De sus pantalones de dril manchados por la arena roja, sacó un  bolígrafo.  Me lo entregó y luego de conversar un rato con don Segismundo, me dio un apretón en la mano y me dijo en un acento que yo no conocía y al cual le resbalaban las erres por la garganta:- Usted viene a trabajar conmigo, niño.-.

A mí me pareció que la situación era perfecta: salía del duro trabajo del campo para hacer bailes y gestos mientras unos personajes volaban por el aire, colgándose  de unos columpios y entre ellos mismos. O acompañando a unas pequeñas mujeres chinas que soltaban un cilindro entre un hilo dental,  a las que, por muy buen escucha que fuera yo, jamás pude entender.

Ya  sé lo que están pensando, y es cierto: yo trabajaba  en el Circo del Sol. Gracias a don Segismundo y a mi habilidad para hacer gestos divertidos, logré hacer de mi mudez  mi profesión y llegué a ser el mimo mejor pagado del mundo.

Hice varias giras internacionales, conocí muchísimas naciones diferentes con sus íconos referentes:  La Torre Eiffel, La torre de Pisa y la pizza en torres que venden en un restaurante de Nueva York: ciudad donde también disfruté de sus grandes edificios, del odio de los irlandeses a que les hablen, que por obvias razones no recibí directamente,  y de su comida típicamente china.

Conseguí mujeres, parlanchinas como siempre, pero sin frenos, como nunca. Las tuve y las solté como los trapecistas del circo le dan la libertad al otro para hacer sus piruetas y volver a agarrarlos. El problema es que después de hacer toda clase de movimientos impresionantes conmigo, de demostrarme su talento acróbata, una vez yo las presentaba en el circo, se iban con algún domador de asiáticas pequeñas de las que juegan con diábolos. Antes de dejarme, me decían que no era yo, que eran esas estúpidas manías de llevar todo el tiempo la cara pintada y la producción de silencios incómodos en cantidades industriales.

Sin conseguir ni encontrar el amor, mi odio hacia el mundo fue creciendo. Ya cuando nos acercábamos a Londres en el avión privado, yo me sentía ebrio de rencor hacia una sociedad incapaz de convivir con un mudo. Y también debió ser porque la botella del Merlot que había comenzado a tomar, hacía cinco minutos, estaba a media copa de quedar vacía.

Como siempre nos dejaban recorrer la ciudad los dos primeros días antes de comenzar los ensayos, decidí ir a conocer la Torre de Londres y también que esa era el último referente turístico que iba a ver por primera vez en mi vida.

Caminé para no tener que darle una nota escrita a un taxista que, además de solo saber inglés, no era capaz de entender la letra de un mudo porque no cree que le pueda pagar, o algo por el estilo.  Sin embargo, logré llegar antes de lo pensado y subí rápidamente al último piso de la torre.

Me quedé allá arriba un rato,  reflexionando sobre mi vida. Cuando uno se pone a pensar, en verdad todo comienza a resultarle inútil. Llegué a racionalizar tanto mi situación, que llegué a la conclusión de  que, en pleno comienzo del siglo XX,  yo soy solo medio ciudadano en el mundo. Pues tengo voto  pero no tengo voz. Y así me deprimía y me ensimismaba hasta que las pulsiones de mi mente me daban la orden de suicidarme.

Así que estuve listo a salir corriendo y saltar: era simple, la noche estaba a oscuras y no debía pasar nada por la acera. Me fui derecho, cerré los ojos y sentí el vacío pasar por mi estómago como un pasajero, como si la misma muerte me estuviera acompañando .Sentí un golpe fuertísimo y me dejé llevar por la inconsciencia.

Pero como en el amor, al suicidarse de la Torre de Londres, las palabras valen. Amanecí en un hospital con una pierna totalmente quebrada y una demanda por homicidio culposo. Mi desespero se transformó en frustración y luego de que los  detectives de Scotland Yard vinieran en un intento fútil para sacarme una confesión y como la señora a la que le caí encima, habría podido morir por un infarto antes de que mi cuerpo impactara  el suyo. Los agentes decidieron desechar el caso por falta de pruebas. Dijeron que un grito la hubiera salvado.  O al menos, eso había logrado determinar el médico que realizó la autopsia.

Habiendo fracasado de nuevo, tomé un barco de regreso a mi pueblo natal. Cuando llegué, mamá me recibió con los brazos abiertos, una taza de chocolate caliente y un monólogo sin fin. 

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Soberana y Autónoma

¿Por qué nos preocupamos por un TLC? No es más que otra muestra de la caridad  que los Estados Unidos ha venido brindándonos desde que nos hicieron el favor de recibir  Panamá. Súmenle a esto que los tratados internacionales no se cumplen en Colombia. Si no se cumplen las leyes locales, ¿qué hará que se cumplan las internacionales?

Tomemos por ejemplo la Constitución del 91, nuestra amada Carta Política que este año cumplió veinte años y que sigue teniendo el concepto de responsabilidad de un bebé;  o mejor dicho, de nosotros, sus ciudadanos.  Nuestra Constitución es como los políticos, bastante programática y como los economistas, piensa en tendencias, lo cual hace que  prometa y  prediga mucho. Pero siempre veremos a los economistas explicando por qué no pasó todo lo contrario; y a los políticos volviendo a hacer campaña.

Y, por otro lado, tiene a la Corte Constitucional, que es  una madre de su tiempo: de las que gritarán órdenes durante toda su vida, pero a la que sus hijos nunca le harán caso.

Lo que les digo no es mentira: todos esos convenios que se firman, como la declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, nunca se cumplen y si lo hacen, jamás es a cabalidad.  Con todo y que la O.N.U. tiene los llamados “cascos azules”, a los que los hubieran podido traer a este país hace rato; pero no, le dejaron el problema a los gringos, que se han dado cuenta lo “gonorrea” que es meterse con criminales colombianos. Tanto, que les hemos llenado el país de cocaína; y qué decir de sus narices, que ya casi cambian el oxígeno por nuestro preciado oro blanco.

Ahora bien, no podemos dejar de lado que el TLC solo es un contrato a gran escala: un acuerdo entre dos Estados que debe cumplirse de buena fe. Sin embargo, lo que no habían pensado los que redactaron la convención de Viena en 1986, es que los Estados, para que funcionen, tienen que tener personas haciéndolos ejecutar, legislar, judicializar etc. Y las personas que los hacen funcionar, son los políticos. Y estos, por más conservadores que sean, nunca actuarán de buena fe.

Decía Antonio Caballero, en su columna de hace algunas Semanas, que los norteamericanos nos estaban empalando. Yo creo que estaba equivocado: nosotros, los colombianos, nos podemos empalar de manera soberana y autónoma.

Así , con soberanía y autonomía, rogaron Santos y Uribe  para que el congreso norteamericano lo aprobara, dándonos solo otra herramienta para seguir empalándonos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Cuento: Pensé en ti

-Algo me hizo pensar en ti hoy...- Le dijo Aurelio pensativo, mirando al suelo, como si allí estuviesen las palabras que iban a dar punto final a la frase, disponiéndose a cerrar la puerta del apartamento.

Era extraño para Rosario, que terminaba de preparar la mudanza, que su futuro ex-esposo dijera eso. así que se quedó perpleja, escrutando lo que Aurelio podría estar buscando en el parqué.
Él cerró la puerta con los ojos pegados a las líneas que se formaban entre los trocitos de madera. Se quitó los anteojos y le dio una mirada dubitativa a Rosario. Que ella respondió con una de estreñimiento y diciendo:

 -¿Qué? ¿De qué carajos hablas?-

-De que te estuve pensando, pero no recuerdo exactamente por qué.-


- ¡Porque nos estamos divorciando después de 10 minutos de matrimonio! ¿Será eso?-


-No, eso no era.- dijo Aurelio botando el aire del cigarrillo que acababa de encender.- Pero, es que en verdad es que estuviste un buen rato en mi mente... y la memoria me falla-


-Tranquilo, Aurelio. Deja de preocuparte por estas pendejadas de las que sacas todos tus cuentos.- Dijo Rosario, volviendo a enrollar con cinta las cajas de cartón que ni siquiera había logrado desempacar.


En verdad Aurelio es un escritor fantástico. Para ese momento, ya le habían publicado dos cuentos y parece ser una gran promesa literaria a sus 41 años. Aunque, según Rosario, eso era lo que él le prometía a sus amigos.


Continuando con sus labores, Rosario comenzó a torcer la cabeza, lo que logró distraer a Aurelio, que sabía que iba a decir algo desagradable y se dirigió a la cocina.


-Todo lo que escribes es pura mierda. Lo que te publicaron, lo publicaron en una revista de mierda.-


-¡La mierda!- gritó Aurelio levantando la cabeza y sonriendo, pero luego murmuró con ojos de extrañeza:- La mierda, la mierda... ¿cuál mierda era?


-¿Qué mierda dices?- Preguntó Rosario, ya en un tono bastante alterado y una cara... pues una cara bastante roja, a decir verdad.


Cargando un frasco de tomates secos destapado, Aurelio salió de la cocina y le reviró a su futura ex-esposa:-Que ya sé que fue la mierda la que me hizo pensar en ti.- con lo que también soltó una sonrisa.


Rosario, desconcertada por la cara de su detestado esposo, se quedó pasmada mirándolo.


-Pero lo que no me acuerdo, es qué mierda fue la que me hizo pensar en ti. ¿Si me entiendes?-


-No, no mucho. Y la verdad, creo que por eso es que nos estamos separando ¿no?-


-Sí, pero ahora yo te entiendo a ti.-


Se alcanzó a sembrar una ilusión en los ojos de Rosario, que ya miraba los papeles del divorcio para romperlos y decirle a Aurelio que en verdad loa amaba y que no quería dejarlo. O que no quería dejar de intentar de entenderlo. Pero se quedó escuchándolo.


-No puedo recordarlo. ¡En serio!-


-¿Pero qué puede ser? ¿Un dibujo bonito en las paredes?¿La luz de la luna?¿Alguna estrella en especial?¿Una mujer bonita que se parecía a mi?- Inquirió Rosario, a la que ya la ilusión la consumía.


- No ¡Cómo putas se te ocurre eso!- Dijo Aurelio con un bufido como intermedio para continuar:- ¿Has visto que las paredes de Bogotá tengan algún graffiti que valga la pena? Si a los muchachos los policías los matan por eso: por falta de sentido estético. Además, el cielo está nublado, las estrellas escondidas y tú... pues tienes razón. A lo único que puedes aspirar es a un parecido con algo bonito.


-¿¡¡¡¡Entonces qué mierdas te hizo pensar en mí!!!!?- Gritó Rosario, ya carcomida por la decepción.-


- La verdad, ese es el problema: Lo que me hizo pensar en ti fue un pedazo de mierda.-


-¿Ah?- De nuevo apretó la cara, sumando a su desdicha, el desconcierto.


-Lo que no sé es cuál de los que vi fue.-
Aún más desconcertada, con sus facciones faciales escondiéndose dentro de los agujeros que se armaban en su piel, Rosario se arriesgó a preguntar:-¿Cómo así? ¿Cuál de las dos mierdas?


-Sí. Vi un pedazo de mierda de caballo y otro de perro, pero no sé cuál fue el que me hizo pensar en ti.-


Rosario salió de la casa corriendo, enfurecida con Aurelio. Yo me quedé en el sofá, abrumado por cómo a ella se le hubiese podido desparecer la cara si hubiera seguido preguntando. Todavía recuerdo que sus ojos casi ni se veían. Creo que, desde ese día, dejé de decirles mamá y papá y comencé a llamarlos por sus nombres.

martes, 13 de septiembre de 2011

Cuestión de fe

El impacto, el incendio, las cámaras grabando, la gente que grita, el suelo que tiembla y las piernas que se estremecen. La caída de un hombre desde más de noventa pisos de alto, con la que un profesor de física, sabiendo aprovechar la ocasión, hubiera podido dejar en claro por qué un cuerpo cae al mismo tiempo que otro independientemente de su masa. El huracán de horror había logrado tocar a los norteamericanos, y con el segundo avión que impactaba la primera de las dos Torres Gemelas, estas comenzaban a parecer primas, más que gemelas.

Así es que muestran en la prensa escrita, en History Channel y otros medios, lo sucedido hace 10 años en pleno centro de Manhattan. Un lugar que solo hubiera podido vulnerar un habitante de los Estados Unidos. Pero no, la oleada bárbara llegaba para mostrar que la gran potencia mundial podía ser vulnerada, que en el nombre de otra manifestación de dios, se podía establecer el terror. Una manifestación que no entiendo, pero eso debe ser porque no sé árabe. Aunque debo aceptar que al cristianismo y sus diversas formas, tampoco las he logrado entender.

Nunca he logrado rendirle culto a una cruz en la que un flaco sangra haciendo cara de tragedia, y peor, que a eso se le llame pasión. Pienso, al ver a Jesús magullado, que con razón la gente sale corriendo a estudiar administración o alguna  ingeniería a penas un consejero profesional les advierte que "sigan su pasión." Yo también estaría horrorizado si por seguir lo que me hace sentir apasionado, terminara crucificado con una lanza en mi pecho y  que a algún genio del humor negro se le ocurriera coronarme rey con una corona de espinas.

El miedo motiva a hacer cosas. Hay quien lo utiliza para tener sexo, pero mi estimado violador, eso es un delito que se paga con cárcel, pena con la cual el Estado usa el miedo para que nadie se dé placer con otra persona. Hay quien lo usa para convertir a su hijo en ingeniero industrial, ofreciéndole seguir su pasión con un crucifijo en la mano, pero quienes más saben usarlo, son los políticos.

Ellos nos muestran una realidad de mierda, de la que no hay salida, y se muestran como los redentores, como los plomeros que destaparán esta cañería. Invocan al dios horror para que llene nuestras mentes, aunque a algunos ya no tengan cupo por verse las  temporadas de "Padres e Hijos".

Logran mostrar el miedo de tal manera, que le dieron carácter de movimiento filosófico: le pusieron terrorismo a esa nada, a eso que es tan etéreo como la mano negra que le hace exámenes de próstata a la izquierda. Así como crearon esa filosofía para identificar a cualquier persona de piel morena, barbado, con sombreros para el desierto y dientes sucios, Bush hijo fue capaz de inventarse que es tejano y que había bombas biológicas en Irak.

El vaquero profeta, aprovechándose de la inseguridad que sufrieron sus gobernados, logró dividir el mundo en cuestiones de fe declarando una cruzada contra el terrorismo y, como si fuese un vendedor de vitamina c, le pareció que hacer la guerra era una cuestión de: "mejor prevenir que curar", e invadió Irak soslayando a la O.N.U.; obstáculo que saltó como sus caballos lo hacen con los que le ponen en el rancho Bush, en Texas.

Creo que es hora de dejar las fes que tenemos; la de ir al estadio a ver a Santa Fe; creo que debo dejar de ser un buen cristiano; creo que no se es invulnerable por ser potencia mundial; creo que  no hay que celebrar el culto al miedo recordando el 9/11; creo que la fe divide mejor que las calculadoras Casio y creo que el miedo nos ha llevado a creer.  Pero solo lo creo, y eso sí que es una cuestión de fe.

jueves, 25 de agosto de 2011

Levantamiento ciudadano


Si ustedes son capaces de leer esta publicación, seguro  habrán leído o seguido las noticias que publican El Tiempo y El Espectador y habrán notado que desde febrero de este año, ha habido unos levantamientos ciudadanos en contra de regímenes políticos autoritarios en Medio Oriente o de personas que se quedan sentadas en una plaza porque no les dan trabajo en España. También hay algunos griegos que han salido a la calle y han quemado uno que otro carro, levantado a puños a uno que otro policía, e ingleses que dejan su mentalidad caballeresca y británica para ir a hacer motines, romper  vidrios de comerciantes honrados y caras de policías que no son culpables. Todo porque uno de sus compañeros mató a una persona en una protesta pacífica.

La primera respuesta que se me ocurre frente a estos hechos, es que los europeos arman un escándalo por cualquier cosa. Le chuzan a un par de actores  celulares y los teléfonos de la casa y miembros del gobierno, y el dueño de la empresa  que intervino tiene que salir a pedir perdón en público. La histeria del europeo no va conmigo y tampoco con ninguno de los ciudadanos “bien” de Colombia: como ustedes o yo, que escribimos y leemos sin vergüenza alguna las entradas de este blog, y a veces fruncimos el seño al leer Ernesto Yamhuré o José Obdulio en sus respectivas columnas.

Yo les quiero mostrar a esos europeos cómo protestar en serio. Porque mientras este país se ha caído y caído en un pozo séptico, al cual somos capaces de extenderle el fondo cada vez más, estos tipos se indignan por pendejadas: como que se cayó la economía, que no hay trabajo o que mataron una persona unos miembros de la fuerza pública. La cotidianidad colombiana está invadiendo al mundo y sus habitantes se han manifestado por poca cosa. Acá mataron un grafitero al mejor estilo del gobierno desde 1994, a sus espaldas, y un poco de tuiteros piden impunidad.  Pienso que debió ser un error de digitación, porque lo que se pide normalmente en estos casos, es la inmunidad o la aplicación lógica de: Adolescente en la calle es igual a atracador o criminal en potencia; más si este lleva un arma tan peligrosa como una lata de espray con la que podría jugar cuca-patada con el policía  y ganarle hasta hacerle el famoso caminito del diablo.

Lastimosamente, parece que nuestro país está cambiando. Ahora agarran a los corruptos y se le presta el congreso a un ex presidente para corroborar que hay conspiraciones, no contra él, sino contra su seguridad democrática; clara muestra sobre cómo se debe Convivir en este país: con motosierras  y en lo que él llamaría poéticamente un osario, y que algunos llamamos fosa común. Pero me  estoy yendo por las ramas o, como le gustaría al ex presidente, por las extremidades  sin llegar al torso de mi texto.

Manifestarse públicamente no requiere  de cometer delitos o hacer una sentada masiva. Es supremamente simple. Es pensar y actuar análogamente a cómo lo vienen haciendo los burócratas y funcionarios: demostrarles que nosotros también podemos robarnos los recursos públicos. No hablo de una simple evasión de impuestos a la DIAN. Hablo de inscribir como candidato al más albo de todos, al único que realmente no nos ha robado el corazón, otros órganos del cuerpo ni del Estado: el voto en blanco.

Esto sí es una verdadera  PROTESTA . No como el adelanto de Halloween que varias celebridades hicieron en contra de la corrupción, La marcha de los antifaces o el intento hacer moda un lado del pantalón arremangado. Yo no salí porque la invitación me la arengó Mockus, no entiendo chistes filosóficos y no uso saltacharcos.

 De nuevo me fui por las extremidades (perdón pero fueron 8 años de gobierno).La inscripción de este albo candidato tiene una causa magnífica que debe explicarse con precisión. El asunto es que, la causa de la que es efecto la inscripción del voto en blanco, aparece después de este último hecho. Lo que nos da es una relación efecto-causa. Esta manifestación política está en contra de que el Baloto haya caído  sobre un solo individuo, hecho que ocurre dos semanas después de la inscripción del voto en blanco como candidato.  ¿Entendieron?

Acá se protesta es porque las loterías no saben distribuir la riqueza, pues se cree que ya los funcionarios públicos no aprenderán. Por ello es que treinta y seis movimientos (si se les puede llamar así, aunque el único movimiento allí sea  el de los aviones) que pretenden sacar la tajada al reunir de 2000 a 2.500 pesos por voto, inscriben a este candidato albino. Así pretenden enseñarle a los del Baloto que la torta se comparte, bien tajada y en 36 partes.

Creo que ese sí es un buen levantamiento ciudadano. Algo coherente y que no se detiene en nimiedades como asesinatos,  la caída cíclica del sistema capitalista o la tiranía de algunos como hacen  los manifestantes del primer mundo. Hay que protestar por cosas serias. No intentar servir al mercado adelantando el Halloween con antifaces, ni cometer delitos. Mantengámonos dentro de la legalidad, que se nos reconozca una platica y demostremos que sabemos distribuirla.

Yo iba a inscribirlo en Bogotá, pero como buen ciudadano colombiano, temblé al pensar que se podría armar un revolcón.

lunes, 22 de agosto de 2011

La mala praxis


 ¿Qué tal Gutiérrez? Bueno, le cuento que he pasado una noche horrible. No pensé que fuera a llegar tan lejos, y mucho menos que fuera a pasar por los cultivos de flores para seguir la absurda tarea que me usted ha encomendado. ¡Es que usted no parece entenderlo!

¿Alguna vez ha intentado dar un discurso en un cementerio? Bueno, yo realmente sí. Es como dar un monólogo eterno. Casi nunca logra acabar. Refutación, tesis, antítesis, vindicación y reivindicación del argumento y todo lo tiene que hacer uno. Es cierto, está usted ahí, solo contra toda esa gente y ya no hay vuelta atrás. Pero esta gente y mi interlocutor están tan tiesos y tan enterrados, que la única respuesta que tuve fue la resonancia del viento sobre la hierba. Creo que con eso logrará usted comprender la atmósfera. ¡Ah bueno! Y el tenebroso hombre que debe cuidar de toda esta gente; ese que no le habla a nadie y  al que tampoco nadie le habla.

Uno pidiendo perdón por todas las cosas que han ocurrido, que no han salido del hoyo negro ese que llamamos alma: que él no ha cambiado, que no quiere cambiar y ya no puede cambiar. Así sigue la joda hasta que uno termina revoloteando en el mismo círculo, como los ratones que ponen a correr en los laboratorios.

Y sí, usted me dirá que el sueño recurrente, en el que salgo a trabajar al lado de otros roedores peludos, grises, que arrastran el rabito para ser pisadas por los parisinos, no es otra cosa que una fijación por la película Ratatouille o mi sueño frustrado por estudiar en aquella escuela de cocina francesa. Pero yo me niego e insisto: todos somos ratas de laboratorio en función de un científico más grande. A lo que usted dirá: “Está reemplazando a Dios, cuando usted es un fiel practicante de su religión.” El caso. Eso no es el asunto que me incumbe para visitarlo de nuevo.

A lo que vengo, es a decirle: “Mire, Gutiérrez, usted y yo, somos amigos.” Luego haré una pausa mientras usted se sorprende y es llevado en un viaje por su pasado. Pasado en el que recordará momentos felices, como la ruptura con su primera novia, que por cierto es una hija de las mil perras; bueno, ahora que es su esposa no diré nada. Pero usted sabe que yo estuve ahí cuando lo dejó y que estaré ahí cuando se entere del romance que ella y yo tuvimos hace poco. El asunto es que yo, después de confirmar nuestra amistad le diré: “Y para ser amigos, no hay que ser profesional en nada. Así que deje esa manía de untarme su praxis sicoanalítica en la cara y explíqueme de una puta vez, ¿por qué carajos me hizo ir a un cementerio a resolver los conflictos de infancia con mi difunto padre?”

miércoles, 17 de agosto de 2011

Cuento: Los bosques de mi madre

-"Creo que ahora tendré que pedir permiso para morir un poco. Con permiso, ¿eh? No tardo. Gracias"-.

Mamá siempre decía esas cosas como una excusa para desaparecer entre  el bosque infinito que era su alma, habitado por animales angustiados y tristísimos que la encerraban, con la complicidad de las sábanas, entre su cama King size. Mi hermano y yo la intentábamos consolar mostrándole que existía la posibilidad de ingeniarse e imaginar mundos diferentes con solo unos palillos de paleta viejos, pero ella lo único que hacía era voltearse,  y asomando sus ojos por  la maleza de de su cara acabada y podrida por la tristeza, tirarnos una falsa sonrisa y decirnos: –“Hijos, más grandes podrán comprender por qué su madre no se permite salir de esta cama.-“.

Yo, a decir verdad, todavía no lo entiendo por más de que mi hermano me lo explique una y otra vez en las reuniones que  hacemos con mi esposa: “-Es que mamá era muy dependiente. Por eso, cuando nos veía a nosotros jugar, solo podía pedir permiso para morirse. Lo ves, ella nunca hubiera podido compartir nuestra alegría, ella nunca fue una niña. Ella, lo único que podía hacer, era retorcerse de la envidia por no tener nadie con quién jugar.”-.

Me parecía que mi hermano calificaba dentro de las personas más mordaces de la tierra; era un humorista de los serios, de los que no les gusta hacer reír a la gente sino despertarla a punta de martillazos de cinismo en la frente. Después de que mamá dejó de pedir permiso para morir un poco y se fue, sin autorización de nadie, nunca volví a oír las carcajadas de mi hermano y empecé a asustarme porque ya solo decía verdades de las que la gente se reía y que lo habían hecho millonario. Yo creo que ese era el bosque de él, pero nunca se lo dije porque podía ocasionarle grandes pérdidas en su negocio.

Y es que en los bosques nos encontramos .Lo que pasa es que hay algunos que les tememos, que dejamos que nos cubran, que no nos libramos ni siquiera, para hacer el amor  sin condón por lo menos una vez en la vida. Porque todo eso que nos tapa, eso que nos aniquila tiene que frenarse de alguna manera para que, por ejemplo, yo me hubiera podido casar con mi esposa y, aún más, verla envejecer y saber que soy capaz de volverme a meter en este círculo virtuoso y vicioso, sonriente y desalmado, alegre y lloroso, que es la vida. Creo que por eso me rendí ante un dios que mi madre no fue capaz de mostrarme y que mi esposa sí; creo que la tristeza me consumió el día en que salí al jardín de la cabaña donde vivo y, sintiendo los pétalos de las hortensias pasando por las yemas de mis dedos, le dije a mi esposa:”-Ahora soy yo quien tiene que pedir permiso.-“. Ella sentada en el  prado, arrancando la hierba y poniéndola sobre su vestido dibujado con hortensias, escuchó con atención lo que este falo consumido tenía para decirle:-”Permiso para vivir un poco. No tardo, que igual queda poco.”- Cuando salí, ella ya sabía exactamente que iba a reunirme con mi madre. Lo que no sabía ella, es que para eso yo no podía volver.

sábado, 6 de agosto de 2011

Cuento: El lamento de Gonzalo.

"-Ni tú ni yo somos neuróticos. Lo que pasa es que hay que comprender al otro y comenzar a dormir en cuartos separados.-
-Creo que es la primera vez que nos ponemos de acuerdo. Por lo menos desde el sí frente al cura Martínez. ¿Te acuerdas?-
-Claro. Fue todo un evento. Hasta mis padres, que no querían que me casara contigo, vinieron.-


Así eran siempre las conversaciones con Marina, la mujer de mi vida. Esa que entrando en un cuarto, una sala o un gran pasillo volteaba el estado de las cosas. Entre ellas, mi estado civil. Pero todo cambió desde aquella vez que apareció en el music-hall atravesando  esos salones inmensos  y tremendamente ornamentados, abriéndose camino con su bolso y sus guantes de lino blanco entre las parejas de bailarines y bailarines, mientras yo cortejaba a alguna de las damas solteras que con pleitesía sustituían a  esposas que ya empezaban a arrugarse, que no paraban de crecer a sus anchas y que, cariñosamente y haciendo un gran beneficio a nosotros, sus maridos,  se ocupaban de los niños. 


Aquella noche en la que mi mujer entró al salón de baile número dos, apurada y furiosa, poniendo su mirada en el piso como si estuviera humillada,  me dijo con su temblorosa voz : -Si tú, Gonzalo Godoy Hernández, quieres conservarme como tu legítima esposa y no caer en la desgracia del divorcio, te ruego que bailes una pieza conmigo.-


Por esa época, el divorcio era algo extraño en nuestra sociedad y no algo propio al matrimonio como lo es ahora. Por ello y por nada más, despaché a mi acompañante y me dispuse a bailar con mi mujer. Desde ese momento, en el que ella y yo nos paseamos como dos renacuajos en un estanque de algas (había más parejas y yo soy muy mal bailarín), supe que la tragedia comenzaba: Marina iba a estar presente en todos los momentos felices de mi vida. Y así ha sido hasta hoy. Ella me acompañaba a visitar a mis queridas, consignaba todas las cuentas que yo pagaba a cambio de sus amores, y se ha transformado en una cómplice que hasta el mismo Laureano o Charles Manson hubiesen deseado tener.  Comenzó a a anudar lazos de amistad, tan fuertes con ellas, que siempre que yo pasaba a saludar a alguna de mis amantes, Marina estaba sentada en su sala tomando el té, comiendo bizcochos y pidiendo consejos para rendirme homenaje bajo las sábanas. Y he ahí la tramoya.


Mi señora  ha conseguido averiguarme la vida entera y, la verdad, ya no lo soporto. Ya no aguanto la manera en que Marina ha logrado recoger todos mis gustos, mis placeres encubiertos y hasta mis sentimientos por ella."


Ramírez , mientras sus labios soltaban una bocanada de humo y Godoy caminaba con su bastón de lado a lado de la humilde oficina, interrumpió diciendo, : "Pero don Gonzalo, ¿Por qué se preocupa? Si todavía duermen en cuartos separados. O me equivoco..." Y, volviendo a acomodarse en la poltrona de cuero y estirando su corbata negra, volvió a dejar el cigarrillo en su boca para continuar con la toma de apuntes en su agenda..


"Claro que dormimos en cuartos separados, Ramírez. ¡No sea idiota!" Espetó don Godoy, con la típica resonancia del salivazo en  su garganta. " El asunto es que ella todavía puede entrar al mío. Y, aún peor,  seguir conociéndome y dejándome conforme y satisfecho." Godoy deslizó la mano por su cabello prístino y soltó una queja frunciendo el seño y echando el brazo para arriba, como si cacheteara un pato: "No hay objetivos y el sosiego se ha echo eterno. Lo cual me incomoda y la clama ya no la encuentro ni en internet."


Sacándose el cigarrillo con su mano derecha, Ramírez trató de tranquilizarlo."Con todo respeto, Don Gonzalo. Creo que  a su edad,  su esposa ha logrado, sin hacer esfuerzo científico alguno, encontrar la cura para el Viagra."


Los globos oculares, o por su tamaño, terráqueos de Godoy se encendieron como las orgías de Baco en el infierno. "¡Deje de ser tan imbécil! ¿O cuándo  ha logrado usted disfrutar de su mujer totalmente, y además vivir una vida feliz? ¡Ah! Ramirez, ¿cuándo?... Dejémonos las pendejadas para más tarde. Yo ahora, lo único que quiero..." Advirtió don Godoy levantando lentamente el bastón "es que usted me devuelva mi juventud y mis angustias. Lo que le ordeno: ¡Es que me haga viudo!" Y golpeando el piso con el bastón, salió caminando por el pasillo.


Luego entró a la oficina la Dra. Rendón y, haciendo mención  a la salida de Don Gonzalo:" Acabo de ver salir a Godoy. ¿Cómo está ese asunto? ¿Ya sabe que goza de facultades que no tienen los demás?"


Poniéndose su bata, Ramírez le contestó: "Y... lo mismo de siempre, ¿sabe? Pero así  es el amor; y así son las cosas cuando una pareja se interna en el mismo manicomio. ¿Me acompaña por un café?"


Por Sampérnico



lunes, 25 de julio de 2011

Cuento, Las fruticas.


Nada le gustaba más que bajar sus menudas bragas por esas piernas, arrastrar la falda con sus manos que apretaban fuerte esas pantorrillas, esos muslos hasta que llegaban a unas nalgas pequeñas pero periformes, cómo los que le gustaban a Degas y que tanto mostraba este fervoroso amante en sus clases de los sábados. Mordiendo esa pera, él le dejaba nuevas marcas en sus glúteos, que tomaba como si fueran los lienzos de un pintor para plasmar su obra de arte. A veces, sin abrir mucho los labios, le daba mordidas de conejo, pero hoy abría la boca como un cocodrilo y enterraba sus dientes para sentir esa piel suave y la nalga firme. 

¡Cómo le excitaba! Verla tendida boca abajo, retorciendo su cabeza en el colchón que emanaba esa esencia a madera podrida que solo son capaces de soltar los ancianatos y los inquilinatos abandonados ¡Cómo le excitaba! Explorar con sus dedos largos y fuertes, que han cargado escombros y que han puesto su granito de arena para reconstruir el pueblo, después de tantas masacres y enfrentamientos,  esa media papaya que estaba a su disposición en ese momento. Removió sus falanges como un médico buscando un tumor en un páncreas o como si le sacara innecesarias semillas a la papayita tierna, hasta que no aguantó más.

Ya desnudo y con el falo tenso, perdió toda la misericordia que debía tener con la rosa y oblonga cavidad.  Con vehemencia y con gritos que revelaban su esfuerzo por parecer un ariete, golpeaba el papayo y el aplauso de su ingle contra el culo de ella resonaba por todo el cuarto.  Estrechando las limas del pecho para hacer un zumo fértil, se agachó y posó su cabeza  hasta apoyarse en la  de cabellos largos y lisos, que ella removía con locura. Maldecía y se volvía a inclinar sobre ella para robarle el aire que le faltaba; pues entre más esfuerzo hacía, sabía que la edad llegaba y su cuerpo reclamaba descanso. Pero a esto, él era indiferente y continuó hasta que, sintiendo un apretón en la próstata hinchada y susurrándole que se quedara quieta, aguanto aire  y eyaculó como todo un adolescente dentro de ella. Con la cien a punto de reventar, sus ojos a punto de salirse por el éxtasis, dejó salir lentamente un suspiro intermitentemente potenciado por unas mejillas flácidas y rechonchas.

Luego le quitó el pañuelo con que la amordazaba y le dio un beso tierno, le cogió la mano pasando por el nudo de la cabuya que  sostenía el espaldar del lecho fosilizado por el tiempo y le dio las gracias. Sin más, dejándola con una lágrima en los ojos, la papaya destrozada, los glúteos llenos de mordidas y la falda larga que levantada mostraba sus piernas, se puso la camisa y los pantalones negros, se metió entre el alba intentando purificarse, se castigó amarrándose  el cíngulo hasta dejarse marcas en la cintura, se colgó, acariciando con sus dedos, la estola como con una petición de indulto, y, bendiciendo a la niña y  a él mismo, a sabiendas de que Dios no interviene en la creación de vidas nuevas, se fue a otorgar la eucaristía, rezando para que legalizaran el aborto en Colombia.

Por Sampérnico.

domingo, 24 de julio de 2011

Coproaudiencia: por Nicole Melo Arías,

Coproyentes: la nueva sección de la hipster Nicole Melo Arías, se estrena reseñando lo último de Hugh Laurie, Let Them Talk, sin dejar mucho que decir."

He estado escuchando, por bruta y no por mi propio impulso, el álbum que  Hugh Laurie lanzó por estos días. Debo decir que me costó trabajo llegar a hacerlo, porque entre aprender a tomar Miller, acostumbrarme a la incomodidad de los Dr. Martens y encontrar un bombín que me haga lucir tan Sabinera como Joaquín y seguir formando mi identidad urbana y posmoderna, no había tenido tiempo sino para irme de vacaciones a Miami a ver tocar a Jerau y recordar mi época de bonkera. Pero me costó más trabajo al saber que era lo que estaba recomendando la sección de música de Soho; revista que es, en sí misma, muy mainstream.

Pero al fin puedo cumplir mi acuerdo con Sampérnico:  hacer mi primera reseña musical. Así que lo que escribiré a continuación, son simplemente unos aburridos apuntes sobre "Let Them Talk", el álbum en el que el cojo Dr. House demuestra que también cojea a la hora de tocar el piano.( ¡Yeah! Ya hablo como una intelectual! Y  eso que las gafas que tengo puestas, tienen lentes).

Ese sincopado trastabilleo de música de los 60, o incluso más vieja, no deja que la sátira salga del alma de Hugh, quien me hace reír cuando lo veo por Cuevana, pero nunca por Universal. Pues ver televisión atenta contra mi sentido intelectual del humor. Por eso, solo veo series en la red.

Cada tema  es un atropello contra mi urbanidad. No soporto el hecho de que la voz de un inglés versátil, a pesar de ser exitoso por salir en la caja de embrutecimiento (¡Uy, un nuevo término para describir la tele!), me lleve a unas praderas extensas, en las que se reunían  campesinos de color a tocar  y cantar sus tristezas y que me recuerdan a la modernidad que ya ha pasado. Por lo menos en Chapiyork, sí.

El sonido de las guitarras que tiemblan y sollozan con trémulos y slices, bombos que suenan espantosamente acústico, bajos que recuerdan que la música, a veces, en el pasado fue más lenta, más sensual, y tenaz, me sacan de mi apartamento, de mis botas. Y, en cambio, me sacan la Miller de la mano, me ponen un overol de jean pútrido, me dejan tomando cidra en el sur de Estados Unidos y rogando por una cita con el Dr. Martens: Qué detestable sensación.

Igual, si tuviera que calificarlo, como todo crítico de música, le daría cinco estrellas y media de seis. Pues no hay hipster que no entienda que, aunque nunca debe pensar como el sistema, debe satisfacerlo y trabajar en publicidad, o permitir que los discos se vendan. Y, al cojo Dr. House, es mejor darle una ayudita, así lo único que se hable en este blog sea digno de ser soltado en un inodoro: Recibe, Hugh, mi abrazo, un empujonsito para dejarlos hablar y y un impulso de mierda.

por Nicole Melo Arías.

miércoles, 20 de julio de 2011

Cabezazos Fríos


Hay suficientes momentos difíciles que requieren de personalidades con carácter para enfrentarlos y lograr, como decía el poeta, "hacer camino al andar". Cabeza fría y pies calientes dicen que hay que tener para lograr enfrentar situaciones complicadas, como la de dejar con vida a Alfonso Cano y permitirle cuidarla aún más, al no darle tiempo para llevarse sus cigarrillos en un bombardeo fútil, mientras la guerrilla que dirige aquel, se lleva un pueblo entero por delante. O, incluso, la mentalidad calculadora que se puede apreciar en un barbado, que exhibió su personalidad (la de culo), que se quejaba porque cuando tuvo que dar un discurso en su derrota electoral en el 2010, nadie le pagó pero que cantó como voluntario.


Sí, señores. Ese es el perfil de las dos personas que compitieron para dirigir este país y, ¿saben qué fue lo peor?: que uno de los dos quedó elegido. Lo bueno es que, aunque el primero padezca de algún mal de ojos y de diplomacia crónica, no estamos obligados a ver traseros peludos en el canal institucional, y con esto, quisiera dejar claro que me refiero a la cara de Antanas Mockus. Por lo menos, en ese momento, los votantes enfriaron sus neuronas. Pero, como les digo, no bajaron tanto su temperatura cervical, pues uno de los dos nos gobierna hoy.

Y es que lo de la cabeza fría no es mentira. Imaginen lo que hubiera logrado el Tino sino hubiera caído en tantas calenturas; imaginen a Uribe sin que le hirviera la sangre para cocer sus huevos, aunque algo tenía que hacer para que quedaran duros; e imaginen si la convivencia en Antioquia y en el Urabá no dependiera de moto-sierras y ejecuciones extra judiciales retribuidas. 

Dicen que los dueños de la personalidad más fría son los criminales. Sin embargo, ¿usó cabeza fría el concejal que apoyó  el decreto que permite meter a la cárcel a los conductores ebrios, y condujo ebrio luego de que la norma entrara en vigencia? No creo que, semejante payaso, tenga urdido un plan para ejercer su poder político desde la cárcel. 

Y ustedes dirán: "Pero cómo considera usted  que este personaje, carente de toda razón y saciado de estupidez, pueda estar puesto en el mismo podio que ocupan mentes como la de Charles Manson o Escobar Gaviria." Y yo estaría de acuerdo, pero no totalmente. Pues hay delincuentes que brillan por su calidad de matar por y con instinto. Lo que me lleva al caso de Skylar Deleon publicado en la versión digital  de la revista Cromos de este mes.

El estadounidense, protagonista de la serie de los Power Rangers,  ha sido condenado a muerte por varios asesinatos.   Este genio, luego de robarle un yate a una pareja y dejarlos anclados en el mar, le dio entera confianza a su cómplice y este terminó delatándolo  momentos antes de que Deleon intentara hacer lo mismo con él, sin preguntarse ni siquiera cómo la policía había dado con él. Luego, de nuevo confiado, le pidió a su compañero de celda que matara a su padre y a un primo porque sabían demasiado del asesinato de la pareja, y su amigo presidiario hizo lo mismo que el timador cómplice del ex Power Ranger.   

Pero esto no es todo. Tiempo atrás, en el 2003,  este tipo con su testa aclimatada en el trópico y sin su casco de tiranosaurio para protegerse, al intentar defenderse por haberle quitado la vida a un hombre para robarle 50.000 dólares, en un acto de leguleya brillantez alega que necesitaba el dinero para cambiarse de sexo, que ya no aguantaba más y que había estado a punto de desmembrarse él mismo. Totalmente respetable que quiera ser un transexual y que quiera arrancarse esa molestia, pero eso es un argumento con el que se defendería José Obdulio, quien se suicidaría si lo llegan a llamar a una audiencia, pues prefiere mostrar su cualidad de obtuso por televisión antes que enfrentarla ante un juez.

En mi opinión, este tipo es una clara muestra de lo que le hicieron los Power Rangers a la gente y, desde que se acabó la serie, debió haber sido recluido en una clínica psiquiátrica. Aunque tengo por seguro que el cerebro que examinarían, le serviría de doctorado a un paleontólogo y por eso su  ingreso  a una institución de este tipo es tan improbable como que Andrés Felipe Arias, en Colombia,  no vuelva a ser ministro de agricultura. 

Es cierto que a los que se les calienta la cabeza los condenan, pues han hecho estupideces. Yo, mientras a este idiota le inyectan un líquido letal, esperaré a que José Obdulio pierda su timidez jurídica y enfrente su responsabilidad. Pues, aunque tenga cabeza fría, la calva ya se le está calentando y en cualquier momento llegarán una estupidez y una audiencia que no me querré perder.



Por: Sampérnico.
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sábado, 9 de julio de 2011

Verte.

Verte con tu uniforme azul pasar por en frente mío y recorrer esa grama lejana. Verte pisando fuerte y desesperada para recuperar lo que es tuyo frente a otras. Ver esos senos firmes tambalearse como si estuvieran sueltos mientras escapas en una corrida que podría parecer tan rápida como las de Indiana Jones, solo que, esta vez, la esfera no te persigue a ti sino tú a ella. Ver como tu pelo forma una mezcla heterogénea con el viento en esa misma corrida y, cuando logras agarrarlo entre tus piernas, me miras de frente y yo no hago más que verte, verte y verte. De pronto, en mi quietud, puedo ver cómo lo metes, ¡por Dios! ¡Cómo lo metes!...Cómo lo metiste. 

Fue todo un golazo de Necib, la estrella de la selección de fútbol femenino de Francia. Espero volver a disfrutarlo en el próximo Mundial.

jueves, 7 de julio de 2011

Un ataque de amor por la humanidad (o lo desechable de ella).

Antes, el servicio social para mí era una cosa obligatoria que tocaba hacer en el colegio. Pero ya no. Ahora me ha dado una enfermedad que se ha esparcido pandémicamente entre celebridades y que dura lo mismo, o menos, que el tiempo que usted se toma leyendo esta entrada: la llamo filantropía instantánea. Y la estoy padeciendo con síntomas fuertes que debo describir para ustedes, mis estimados lectores, en el siguiente escrito.


Esta necesidad de servir al prójimo se mete entre mis venas como el suero que mantiene vivo a Cerati o a Joe Arroyo. Sin embargo, entre más se mete, es un mal que invita a sacar a gente de su situación social. ¿Han visto cómo los clásicos filántropos pretenden sacar a la gente de la miseria, de la pobreza,  a madres e hijos del maltrato familiar que generalmente es causado por el padre y dos litros de Chin chin? ¿Han visto a Bono, con un estómago repleto de caviar y steaks pimienta, repartir bonos de medio litro de leche a niños de  Namibias y Somalias para sacarlos de la hambruna? ¿O a nuestras primeras damas con una sonrisa, que tiene que rehacer Marlon Becerra para reivindicar la falsedad del gesto, abrazarse con niños del Chocó que creen que ellas por su color de piel no son más que payasas extranjeras provenientes de capitales, igualmente extranjeras?


Si han visto a estas personalidades, naturales y jurídicas, asqueándose detrás de sus costosas fachadas de botox y estiramientos,  mientras distribuyen recursos delante de cámaras y periodistas, comprenderán los síntomas que sufro en este momento. Pero deben saber que estas manifestaciones de la patología mediática, aunque similares, nunca se presentan exactamente de la misma manera.


Parafraseando al Bolillo, "A mí, y , personalmente," se me antoja sacar a otros enfermos de su situación social. Por ejemplo, me encantaría sacar a muchísimas EPS's (Enfermedades Permanentes y Sistemáticas) colombianas del sistema de salud. También haría un servicio social monetario, sacando de los bolsillos de sus directivos y demás delincuentes todo lo que se roban del fisco para dárselo a quien esté dispuesto a hacer una redistribución equitativa.Osea, a alguna de esas caras vanas y funestas hechas en un quirófano. Pues a pesar de su hipocresía, sí distribuyen algo a cambio de su fama.


Para políticos y empresarios corruptos de otra índole, como los Nule o los Moreno Rojas respectivamente, pues despectivamente se aplicaría la segunda medida primero y luego, como las fundaciones que sacan a drogadictos y putas de las calles y de las drogas, yo sacaría a estos individuos que representan de modo paupérrimo la calidad de lo humano,  del peor de todos los vicios: el del poder. A estos verdaderos desechables, contrario  a los indigentes y recicladores, que sí deben ser reintegrados a la sociedad,  lo único que merecen es un exilio a la montaña de basura que se ha formado en el Océano Pacífico. A ver si como los residuos que son, encuentran algo que robarse en esa gran caneca.


Otra forma de sacar a la gente de su situación social y que es un síntoma que solo se presenta en  filántropos colombianos, es el de "sacar adelante". Esto quiere decir que, luego de haber hecho pasar al drogadicto, a la madre con moretones, al hambriento, al miserable, al pobre, por entrevistas psicológicas y papeleos burocráticos para rehabilitarlo, se intenta darle un trabajo y ponerlo a funcionar en favor de una productividad económica para que le retribuya algo más que sus quejas a la sociedad.


Esta etapa la obviaremos con los primeros sujetos a los que les caería el peso de mi filantropía. En cambio, a alguien que lamentablemente es capaz de producir una gran cantidad de alegrías al pueblo colombiano  a punta de empates, a semejante tipo tan mendaz, tan palurdo,  lo debemos sacar de la selección. Sí señores, ustedes ya saben quién es: El Bolillo.


Su resocialización tendrá caso en otra entrada pues, como les dije al comienzo de esta coprolocuencia, la filantropía es como el síndrome de Tourette, que pasa por ratos y después vuelve. La mía, ya se ha escapado. Igual, esta semana ya había hecho mi obra social, colaborando -porque el filántropo no ayuda, colabora- a sacar a Vladdo de twitter.


Por Sampérnico.

lunes, 27 de junio de 2011

River, una despedida de primera.

Esta entrada contiene la respuesta de un amigo argentino que, con pesimismo, despide a su equipo de la primera división.   

  "¿Sabés cómo es cuando la vida se para, te mira por encima del hombro y, sin ninguna clase de titubeo ni odio,  te escupe? ¿Sabés lo que es comerte una llanura de mierda con la lengua, y ni siquiera poder echarle un poco de sal y pimienta? ¿Sabés qué es sufrir una violación elefantiásica? Entonces no vengás a consolarme, no vengás a decirme que no me preocupe, que en menos de un año salen de esta y seguro vuelven a ser los campeones, ché. Andate a la reputa mierda si vas a parlar de esa manera, flaco. ¡Y te atrevés a preguntarme por qué! Pues yo me atrevo a contestarte, pelotudo: Porque vos no sabés lo que es descender. No entendés el vacío que queda. Vos no lo viste al arquero de tu equipo llorando porque va a dejar solos, en el ducto de aguas negras que es la B, a todo el plantel, a la hinchada... Así que basta. 

  Dejá de ser condesendiente y disfutá de mi derrota, de todos los conciertos que se harán en la cancha más grande que jamás se haya visto.Reíte de todos los circos, los payasos...Andá a ver los próximos éxitos de la temporada teatral, los mejores stand up: entre los que seguro verás la mierda de partidos que jugará el equipo mejor patrocinado de la B. ¡Y ni si te ocurra decirme que por lo menos somos lo mejor en algo!

  Además, lo peor de todo, no es que hayamos descendido: es la forma como lo hemos logrado. Sí, logrado, pedazo de la concha del mono. Les hemos dado la satisfacción a todos los bosteros hijos de mil putas para declararnos unos millonarios que se comportan como los grasas. Porque, aunque a un millonario lo que más le puede doler en la reputa vida, es que lo rebajen de categoría, no debimos permitirle a Passarella desfilar por la presidencia del club. Definitivamente los futbolistas son para jugar en un equipo y los ex-futbolistas... Yo que sé. Para disfrutar de sus ganancias, de su guita. Pero no podés dejarlos laburar en la administración de un equipo porque eso, eso es un delito.

  Por Passsarella pasaron por encima todos, menos los hinchas y los socios de este club que tanto amamos. Los que, además de guita le entregamos el cuore, la pasión, las canciones, los que les decimos a los jugadores: "Sos un ídolo" o "Sos una garcha". Esos sentimientos fueron los que pusieron a toda la muchachada a destruir la ciudad. ¡Cómo si fuera culpa del casco urbano y del de los policías! ¡Cuando en verdad es culpa del puto licensiado del Club! Ese que se comportó como todo un borracho despechado del tablón cuando fue a la AFA, argumentando que la promoción juega con los sentimientos de los hinchas. ¿Cómo si Pavone, Matías, J.J. etc. etc. jamás lo hubieran hecho? 

  A veces pienso que este amor es mucho más romántico que el que se puede llegar a tener por la pareja ¿viste? Vos vas a todos los eventos que el equipo organiza, escuchás todas las noticias, loco, en serio que no te perdés ni una. Te lo digo de otra manera: Pensé que mi mujer, la más fiel del mundo, me engañaba antes de que River descendiera. Porque a mi mujer no la escucho muchas veces, ché, no la veo muchas veces, incluso, le he pegado muchas veces. Pero ella sigue ahí, esperándome con la fugazzetta después de los partidos.

 Creo que la moraleja es que hay que ser mejor esposo que hincha o pegarle al balón y no a las mujeres. Pero, la verdad, eso no me importa. Pues aunque estoy totalmente consciente de que lo único que logramos en los últimos años fue convertir a Belgrano en un equipo de primera, seguiré yendo a la cancha, a alentar como nunca y a volver a llorar cuando, por la ilustre campaña de Passarella como presidente, la cadena nos ofrezca un show que se llame "River: Una Pasión de Segunda" para documentar nuestra  permanencia en la B."


Por: Sampérnico.

Cuento:La Puerta nueve del Puerto


  Mi primo Rómulo se paseaba por la calle de Los Guayabales, esa que nunca tenía nada abierto de noche, mordiendo la peinilla que no soltaba porque su madre siempre le decía cuando era apenas un chiquillo: -¡Nunca un hombre decente debe andar despelucado! ¿Oíste, negrito lindo?-. Caminaba pensando en la conversación que acababa de tener con el concejal Carvajal; un tipo al que el pariente siempre le hacía trabajos de los que ninguno de los familiares teníamos la menor idea de cómo se hacían. Solo sabíamos que la relación con el concejal había comenzado porque su madre lo obligaba a ir a visitarlo los fines de semana en la casa de la playa que tenía el político para que le enseñara a leer y a escribir. Él iba pensando en el nuevo trabajo que le pedía el político que hiciera. Su nariz chata se levantaba cuando fruncía el ceño, pues parecía desagradarle, molestarle lo que había dicho el funcionario. “Él va a llegar de primero, osea que casi que te va a estar esperando mijo.” Como si no tuviera muchas ganas de cumplir con la tarea que le mandaba esta vez, mi primo Rómulo llegó a su casa y, luego de caminar unas cuadras, le dijo a mi tía Azucena que se había conseguido otro camellito, se metió a su pieza, se pasó su peinilla varias veces frente al espejo, se quitó la camisa y se fue a dormir pensando en la propuesta. Dudando si la ejecución de la tarea valía la pena.
  
  Al día siguiente, mi amigo Pedro amanecía con una resaca digna de una noche con el Winston Churchill del pueblo: Don Ibrahím Suárez, un líder sindical que solo se reunía con jóvenes en el café-bar que tenía su ex esposa para hacer proselitismo y otras pecaminosas barbaridades. Le decían como el primer ministro británico, no porque concordaran en ideologías y pensamientos, sino por culpa de su eterna incapacidad para reunirse a hablar de política con la gente sin tener como intermediarios, una botella de güisqui y dos cenicientas de esas de alquilar.

  La noche anterior se habían reunido para cuadrar toda la logística de la protesta por el mal manejo de los recursos en el puerto. Iba a ser una manifestación pacífica, en principio, “Pero si los chupas aparecían por ahí”, decía Don Ibrahím con su flemática y profunda voz, “Habría que empezar a devolverles con lo mismo que ellos les dieran.” Creo que Pedro ni se acordaba de todo lo demás que había dicho el anarco-mofletudo de Suárez. Solo sabía que debía estar en la puerta nueve del puerto a las siete de la mañana, que eran las seis y diez,  que si su hermanita no se salía ya del baño, la iba a asesinar por no entender su compromiso con las pocas causas justas que había en el pueblo, y que, si vomitaba una vez más, su hígado sería lo último que vería en su vida.

  Cuando logró salir de su casa, mi amigo Pedro no podía soportar el calor común del Pacífico. Nunca se había tomado unos escoceses, nunca había participado en una protesta. Sin embargo, sabía que en su noche de bodas con el sindicalismo le iba a ir bien. Era una organización seria, y además Don Ibrahím lo había apadrinado desde que le había crecido el vello facial, único requisito para que un joven entrara al movimiento, pues debían hacer propaganda a pesar de la falta de presupuesto. Ya no era un adolescente revoltoso más del montón, ahora era todo un anarco-sindicalista, con mostacho, barbas y corazón hambrientos de lucha.

  Llegó al puerto sintiendo unas pulsiones terribles en su frente que parecían intentar repeler cada gota de sudor que bajaba por ella, acumulándose en las ñatas, y que en cada aspiración hacían el intento de meterse en sus fosas nasales. ¡Eras un culicagado Pedrito! Con barba ¡Pero finalmente, un Culigado! Nunca, nunca, nunca te debiste poner a tomar escoceses tan finos sin haber probado antes,siquiera, una Policarpa Salabarrieta que te quitara la sed tan verraca que debías estar sintiendo. Y nunca, nunca, nunca debiste ser el primero en llegar a la puerta número nueve del puerto de la ciudad.

  Mi primo Rómulo se levantó más tranquilo que cuando se había dormido. Sin embargo, los nervios lo tenían con pava y no sabía cómo manifestarla. Cuando sintió su peinilla pasar por su cuero cabelludo, se encontró con una expresión parca, como insensible; la que le dio la pauta para decidirse a hacer el trabajo que le había encargado el concejal Carvajal. Salió a las seis y media de la casa, agarró el primer mototaxi que vio y se fue volado para la puerta nueve del puerto.

  Sintió el viento en su cara, que se tornaba más y más inexpresiva con todo y que la brisa que estaba haciendo ese día era de las mejores que se habían sentido por Infierno Grande, mientras pasaba por la calle de Ciénagas Muertas, que desembocaba en la puerta nueve del puerto de la ciudad; lugar donde mi primo Rómulo tenía que ir a trabajar como se lo había encomendado el político local al que le debía todo: su educación, su visión política, la creación de su personalidad austera, severa y reservada, e incluso sus primeras zambullidas en púberos y vanos amores. Todo, absolutamente todo lo que había pasado en la vida del pariente, había sido pagado por el concejal Carvajal.

  Se bajó del mototaxi y lo primero que hizo fue mirar hacia la puerta; era la número nueve del puerto y, en frente de ella, estaba sentado Pedrito. El pelado saltimbanqui que suponía haberse organizado con otro poco de corronchos desubicados, que se veían venir como a 500 metros por el norte de la avenida de Ciénagas Muertas. Rómulo se pasó la peinilla, recordando la frase de Carvajal: “Él va a llegar de primero, osea que casi que te va a estar esperando mijo”. Se guardó la peinilla en el bolsillo derecho y, del bolsillo izquierdo, sacó la antiquísima navaja de afeitar con la que hacía todos sus trabajos . Se acercó a la puerta nueve del puerto con paso firme y la herramienta en la mano siniestra, que cargaba unos dedos maltratados por pellejos que, a su vez, cargaban unas uñas mal limadas y jamás cortadas. Y ya cuando Pedrito se volteaba para darle la cara a lo que sería su muerte como miembro del Movimiento Sindicalista de Infierno Grande, Rómulo, agarrando al anarco-primíparo por el cuello de la camiseta y pasándole el metal tibio por la mejilla, le susurró macabramente al oído:


  - En este pueblo no podemos hacer nada para que no protestes. Pero tú, Pedro Carvajal, mi medio hermano, tendrás que entender que mi madre, yo y el concejal Carvajal estamos de acuerdo en que lo que vayas a hacer, lo debes hacer decentemente y no con esa pelambrera desordenada en los cachetes.- Mientras Pedrito se quejaba avergonzado por la maldad de su hermano, él le pasó la cuchilla por el cuello y lo oyó reírse y decir como si pensara en voz alta:-No pensé que, en verdad me fueras a estar esperando”.- Y comenzó a afeitarlo.

miércoles, 27 de abril de 2011

Una sorpresa para Vargas Lleras

  Me llegó la hora. Estos tiempos  me obligan a sacar la sorpresa que tenía para Germán Vargas Lleras. Sin embargo, aún no es el momento para entregársela ni para contársela a ustedes, pues primero debo aclarar las razones por las que no esperé a que el señor ministro acabara su período como miembro del gaibnete del presente gobierno para dársela. Exactamente Germán, un ciudadano quería premiarte por las buenas funciones que, esperaba ejercieras lo mejor posible como ministro del interior y de injusticia hasta que tu obsesión por la presidencia te hiciera botarte a la piscina vacía (de votos) que te esperaba en el 2014.


  En la gran caneca que es el mundo de hoy en día que almacena todo lo desechable que es y que produce el ser humano, el señor ministro parece estar envuelto en uno de esos frascos de alcachofa encurtida que son más difíciles de abrir que las piernas de una virgen iraní. El proyecto de ley, del que él mismo ha sido autor e impulsador, no comprende la magnitud de  la fortuna  de los habitantes de Culombia que tienen acceso a internet hoy. Ese espacio donde la libre expresión se manifiesta casi en su totalidad; en el que se cumple una utopía que nos permite ver, oír y, para todos los pornómanos del mundo, ojalá algún día tocar lo que queramos, cómo queramos, sin las restricciones de horario de la televisión y la radio. Pero, aún más importante, donde discutimos y compartimos todo aquello que observamos y escuchamos y, ojalá algún día, palpemos. Ese espacio es el ciberespacio.

  
 Por un lado, al invidente, invasivo y cuasimanco  ministro se le escapa una cosa, pues para que exista ese espacio de discusión, nosotros los colombianos necesitamos tener acceso a ese contenido que lo llena. Ver esos videos que no nos quiere dejar ver, esas canciones que no nos quiere dejar oír y esos artículos que muchas veces no podremos leer o entender, por estar relacionados a contenidos que están encerrados (no protegidos) por una ley. Necesitamos conseguirlos para poder generar el momento de discusión en el que se manifiesta la libertad de expresión. Pues tener internet sin poder acceder a los contenidos, es como tener la casa de Nariño con un presidente decente; en pocas palabras palabras,  es acabar el tema.

  
  Por otro lado, sé que por compartir contenido y no lucrarse a través de ello la pena queda definida por un matiz gris y uno puede recibir hasta un castigo civil. ¡Nada más  un castigo civil! Un  castigo es un castigo, no importa si es civil o penal. Pero el problema es que esa pena se le debe imponer a la piratería que navega por la carrera 15 de Bogotá (entre miles de sitios más) con la misma tranquilidad ebria de un Jack Sparrow: vendiendo juegos, softwares, música de alguno de esos artistas que no les interesa que su sonido se conozca, sino que se venda. No se debería penalizar a gente que fomenta la discusión y que le da la cualidad al internet de ser el ámbito donde se manifiesta, en su versión más pura, el derecho de todos los ciudadanos a expresarse libremente.

  
  Este proyecto es la venida del horror. Pero el horror en esta ley no es negro, ni su venida es en blanco, no. Es gris, pues si se lee la ley, se ve que algunos de sus artículos son más indefinidos que la bisexualidad o el término impoluto, que tanto le gusta a José Obtuso. Porque la ley Lleras, en aspectos punitivos, tiende a dejarnos en un limbo, como la mayoría de las frases normativas que restringen la libertad del individuo. O aún  peor: que esa libertad quede a merced de la decisión de un juez; que es  lo mismo que ser de izquierda y aparecer en una de las columnas de Fernando Londoño.  Pero este revuelto negro y blanco no debe ser sino otra de esas mezclas de colores que le encantan al negligente impulsador de este proyecto. Pues bien sabemos que dirige un partido de mezclas; lo rojo con lo azul y que fue capaz de unirse, 24 horas después de su derrota en las urnas, al santo que lo mandó al demonio en las elecciones pasadas.


  Pero hay otro problema que viene de la jerga jurídica, que siempre necesitamos que nos explique la Corte Constitucional. Este proyecto también pretende que los prestadores de servicio de internet (ISP) persigan y denuncien a los usuarios que infrinjan los derechos de autor. Lo que, como sabemos, en Culombia no es tan fácil. Pues si con un ejército tan "eficiente", que hasta sus víctimas tuvieron que ser llamadas falsos positivos, imagínen la positivamente falsa situación en la que se verían inmersas la ETB, Telmex y otras empresas de este tipo jugando a ser Jacques Clouseau mientras persiguen a las Panteras Rosas. Serían igual de arbitrarias en sus juicios que el torpe policía si alcanzaran a algún usuario que comparta un contenido prohibido.Pero, a diferencia del famoso dibujo animado, el final de la historia no provocaría ninguna carcajada.


  Vuelvo sobre el ministro al que  he calificado así, de impulsador, porque cada vez que habla sobre su nuevo bebé,  parece dando argumentos como los que dan las señoritas de Zenú en un supermercado, ofreciendo una "muestrica de  una rica salchicha, rellena de crema de riñón, embutida naturalmente." Así, como a esa pobre salchichita le meten ese cremita, a nosotros los culombianos nos quiere zampar esta ley Vargas Lleras. Nos dice: "Pruébela. Se ve mal, pero se siente rico". Yo diría que:  Naturalmente, mejor se la puede embutir usted, señor ministro.


 Es como si tratara de vengarse en contra de un enemigo nuevo, como si estuviera encontrando al culpable que le ha quitado las herramientas para que pudiera adentrarse en el ciberespacio y, simplemente, comenzar a compartir contenido y discutir en él.


  Como lo dije en la introducción de esta entrada, yo tengo una buena nueva para el funcionario. Tengo las falanges para mover y conmover su posición frente a esta censura que pretende imponer.  Le tengo una sorpresa al cuasimanco ministro que le va a permitir dejar de serlo (cuasimanco, ministro lamentablemente seguirá siendo hasta que Santos lo mande de nuevo al demonio). Sí señores, yo tengo los dedos que van a ayudar a Vargas Lleras a teclear su camino hacia el ámbito puro del libre albedrío de difusión e infusión de información. Al fin, mi despreciado ministro podrá teclear cómodamente mientras fuma  uno de sus cigarrillos favoritos. 

  Es la hora Germán de no sentir ese vacío con la paja, de tener facebook, de poder twitear y putear a Álvaro Uribe sin tener que putear también a cualquier vecino de esta nación que esté a tu lado, en esos momentos de espantosos errores de tipeo. Te invito a que nos fumemos un cigarrillo, Germán. Charlémolo y verás que  yo te quito el apodo de cuasimanco y tu retiras el proyecto de  ley que ha sido bautizado con tu apellido (perdón, el de tu abuelo). Así, tal vez tu caída a la piscina vacía en el 2014 sea menos fuerte. No porque se llene un poco más, sino porque tendrás más dedos para contener el golpe.

Por Sampérnico.